Monday, October 20, 2008

Anarcochic: Banksy o el arte de una celebridad anónima


Pocas personas conocen su identidad. De él se ha dicho que ronda los 34 años, que viste al estilo hip-hop, que va siempre cubierto con una capucha y que suele salir a la calle disfrazado con sombreros, pelucas y barbas postizas para no ser reconocido. Así camuflado aparece en los videos en los que registra su obra, o sus “actos vandálicos”, como él mismo los llama. Banksy, es un outsider, y al mismo tiempo es un icono de la cultura callejera.

Entre sus temas preferidos, representaciones tamaño natural de seres oscuros y mediocres, ratas de gran tamaño que simbolizan la vida anónima y subterránea, así como figuras de autoridad en situaciones ridículas o atrevidas (soldados orinando en las esquinas, policías en contextos homosexuales o la Reina de Inglaterra en pleno acto sexual). En sus murales son frecuentes las imágenes bélicas, las ametralladoras y las armas de destrucción masiva, así como los íconos de la cultura de masas norteamericana (desde Ronald McDonald a Mickey Mouse). Sus mensajes son directos y reflexivos, desvergonzados en oportunidades. Muy poco recatados, siempre. En algún muro de la ciudad de Brighton dibujó una colegiala de la que emerge un corazón romántico mientras ataja un misil en el aire. En el libro “Banksy, Wall and Piece”, esta imagen va acompañada de la frase: “Requiere mucho coraje ponerse de pie en una democracia occidental y mencionar temas en los que nadie cree, como la paz y la justicia y la libertad”. En Disneylandia colocó un muñeco inflable a escala humana representando un preso de la cárcel de Guantánamo. En el Muro de la Segregación en Palestina dibujó escaleras, ventanas, cielos abiertos poblados de nubes y niños que escapan por los aires con la ayuda de globos.


Sus locaciones predilectas, muros metropolitanos, postes, pancartas publicitarias y espacios políticamente significativos. Además, a la hora de elegir lugares para trabajar privilegia los puntos turísticos por excelencia, esos que los viajeros suelen elegir para tomarse una fotografía de recuerdo (los alrededores de la Torre Eiffel, del Teatro de la Opera o del Big Ben), y que una vez “decorados” por el artista, pierden todo su encanto ante los ojos de sus visitantes. Así es el sentido del humor de esta celebridad anónima.

Por supuesto, las críticas a su trabajo pasan por la consideración del graffiti como vandálico (como si para Banksy el término fuese un insulto), como reflejo de la violencia citadina e incluso como incitador de ésta. Banksy ha advertido: “Quienes verdaderamente dañan nuestros vecindarios son las compañías que despliegan slogans gigantes en edificios y autobuses en su intento por hacernos sentir inadecuados a menos que compremos lo que venden. Ellos nos gritan el mensaje en la cara y esperan que no respondamos; ellos comenzaron la pelea. Y la pared es el arma perfecta para defendernos”.

Pero hay más. Banksy también se expresa muros adentro. Disfrazado y con los minutos contados, ha incorporado furtivamente a los museos más famosos del mundo desde versiones vandalizadas de pinturas clásicas y restos arqueológicos, hasta ejemplares de especies biológicas inexistentes. Una vez instaladas, sus obras han permanecido intactas durante horas, días y semanas. “Si quieres sobrevivir como graffitero, cuando creas tu arte puertas adentro tienes una única opción: continuar pintando sobre cosas o piezas que no te pertenecen”, dice.

Pero el fenómeno artístico mismo no se salva de sus satíricos ataques. Sea puertas adentro o en ambientes exteriores, confronta al espectador con la reflexión. Para Bansky, el arte es el único elemento cultural cuyo éxito no es generado por la audiencia. “El arte que apreciamos en los museos es generado por un pequeño grupo de personas que lo crea, lo promueve, lo compra, lo exhibe y decide su suerte y su éxito. Cuando vas a una galería eres simplemente un turista mirando el gabinete de trofeos de unos pocos millonarios”. Una postura irónica y contradictoria, si se considera que son esos mismos coleccionistas (entre los que se cuentan celebridades de Hollywood como Brad Pitt y Christina Aguilera) e instituciones millonarias, sus primeros compradores.

En febrero de 2007 Sotheby's vendió tres obras suyas de las cuales la titulada “Bombing Little England” (Bombardeando el pequeño Londres) batió su record personal al alcanzar las 102.000 libras (134.000 euros). Una marca que duró poco. Apenas en abril de ese mismo año su obra “Space Girl & Bird” (Muchacha espacial y pájaro) alcanzó en Bonhams, otra casa de subastas de la capital británica, las 288.000 libras (378.000 euros). Actualmente sesenta de sus obras comparten el mismo techo con cuadros de Picasso y Matisse en la Galería Andipa en Londres. "El arte callejero se está convirtiendo en el nuevo pop art", ha dicho el director de esta galería: “El buen arte contemporáneo refleja la sociedad en que vivimos. Y quién refleja nuestra cultura urbana y el mundo actual mejor que el arte de la calle y artistas como Banksy?”. En efecto, el artista ha sido comparado nada más y nada menos que con Andy Warhol, por representar la vanguardia de un movimiento tan popular como el del graffiti y por la manera en que manipula iconos de la historia del arte y de la cultura pop.



En tanto, una fuerte polémica ha despertado la contradicción entre su mensaje político y subversivo, anticapitalista y de protesta, y la mercantilización de su obra, que lo integra a la maquinaria social y económica que critica. En efecto, Banksy, quien no sólo vende su trabajo a galerías privadas sino que trabaja cobrando para organizaciones benéficas como Greenpeace y para empresas como Puma y MTV, es tildado de “vendido” por otros artistas y activistas.

Así, su carrera artística es inseparable de la polémica que muy intencionalmente genera. Tres cosas pueden ocurrir con la obra anárquica y chic de este inglés sin rostro: es posible que pronto desaparezcan de las calles sus graffiti, pues el propietario de las paredes pintadas o quien primero los encuentre se apoderará de ellos para subastarlos (algo que ya ha ocurrido en Londres). También es posible que el graffitero británico deje de firmar sus trabajos para volver a la seguridad que le ha brindado el anonimato y sobrevivir como outsider, caso en el cual deberá despedirse de los ingresos millonarios que hoy lo benefician. De lo contrario, deberá hacer las paces con el orden social y económico que durante los últimos veinte años ha criticado, con lo que la esencia misma de su obra continuará desarrollándose bajo la sombra de la contradicción. Una cosa es segura: la vida clandestina y misteriosa parece agotársele.

Nota: Este artículo fue publicado en junio de 2008 en la sección Extravagario de la revista Exceso (n. 219). Desde entonces, la burbuja alrededor de la identidad de Banksy fue pinchada: ojos indiscretos se han dedicado a reconstruir una historia probable, a rastrear fotografías escolares, entrevistar familiares y compañeros de habitación de un tal Robert Gunningham. Para nosotros sigue siendo Banksy, un artista callejero que tiene qué decir, y que sabe cómo y dónde hacerlo.


Keila Vall de la Ville -(25, 30)


1 comment:

Mario Morenza I said...

Keila, genial artículo sobre Bansky el enmascarado / más carado. Ojalá y se venga de vacaciones el Bansky este para que grafite creaciones decentes en nuestras paredes. Besos para vos